Perder la noción del tiempo no es tarea fácil. Estamos inmersos en un mundo de referencias temporales, aún cuando pretendamos prescindir de un reloj. Los movimientos en nuestro barrio, el nivel de tráfico, la cantidad y el estereotipo de peatones que caminan frente a la ventana, los ruidos que se suceden a lo largo del día, de la noche, e incluso las propias horas de luz natural y oscuridad. Estamos rodeados de señales temporales. Y en el caso imaginario de que las señales desaparecieran, nuestro último recurso a la hora de estimar el paso de las horas estaría determinado a través de nuestro reloj interno, conocido como ritmo circadiano…
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miércoles, 25 de agosto de 2010
El hombre que quiso vivir sin tiempo
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