Pasaban pocos minutos de las 10 de la mañana y de pronto se produjo el milagro. Seguramente el péndulo de Foucault trazó las coordenadas exactas, marcando un tiempo y un espacio concretos para que se abriera una ventana electromagnética que permitió que el sujeto en cuestión, una persona especial, importante, cuyo destino estaba marcado, pudiera estar en dos sitios a la vez.
Rosa Díez estaba en dos sitios diferentes a la vez: twitteando y en la tele.
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